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Anboto es un monte sagrado; la presencia de Mari, las historias sobre brujas y la abundancia de santuarios y ermitas de su entorno envuelven a este monte con una aureola legendaria y lo convierten en uno de los entornos de antroposfera más sugestiva y rica. Y es que sus cuevas y grutas han sido refugio de seres humanos tanto en la prehistoria como, por ejemplo, durante la persecución de brujas y herejes del siglo XV.

 

 

Mari, la Gran Madre

Mari es la diosa principal de la mitología vasca precristiana. En la cosmovisión preindoeuropea, Mari es el numen principal de la mitología vasca, también llamada Madre, Señora o Dama, y al contrario que los númenes masculinos, ofrece una protección cósmica completa, y es el ser que ha perdurado desde el Paleolítico hasta nuestros días.

 

*Imagen: Nestor Basterretxea

 

En esta cosmovisión, Mari encaja en el simbolismo de la Gran Diosa de las culturas matrísticas del Neolítico y la Edad de Bronce, y, sin duda, hermana la mitología vasca con la de otras culturas indígenas del mundo que creen que nuestro planeta (Ama Lurra) es un ser vivo con consciencia propia

Los antiguos habitantes de Euskal Herria creían que la dimensión espiritual de la naturaleza se hallaba bajo la corteza terrestre, y que en ese inframundo uterino (Madre) se gestaba la vida que se materializaba en la superficie.

 

Tantos lugares, tantos nombres

Según la tradición Mari representa tanto a los fenómenos naturales (tormentas, viento, lluvia…) como a los animales cuyas formas adopta, y siempre está vinculada a espacios sagrados: ríos, manantiales, cuevas, montañas. 

 

 

En Euskal Herria este numen está extendido por toda su geografía y adopta el nombre del lugar o montaña a la que se le vincula: en Elduaien, Mari Maruko; en Gorriti, Aldureko Mari; en OIartzun, Puyako Maya; en Zegama, Aketegiko sorgina, y otros muchos nombres. 

En nuestra comarca también se le llama de distinta manera según el lugar: en Abadiño es Mariurraka; en Garai y en Berriz, Mariburrika, y en Durango Anbotoko sorgina, por ejemplo. Sin embargo, los pastores de Urkiola la llamaban simplemente Mari.

 

Las formas de Mari

Mari se representa casi siempre con cuerpo y rostro de mujer y vestida de manera elegante y, casi siempre, de rojo. Pero Mari también adopta la forma da algún animal, o un árbol o una mujer de fuego, según los relatos de cada lugar.

 

 

En general, en las moradas subterráneas Mari adopta formas zoomórficas, y el resto de las representaciones las adopta en la superficie o cuando cruza los cielos. Sea cual sea la forma que adopte Mari, siempre es de sexo femenino.

Mari está considerada como superior al resto de los genios o númenes, y también se le atribuye una familia: su pareja o consorte, Maju o Sugaar –según el lugar– y sus dos hijos (o hijas) Mikelats, que representa el mal, y Atarrabi, que representa el bien.

 

La cueva de Mari en Anboto

Mari habita en todas las cumbres de las montañas vascas, pero según las antiguas creencias, la morada más importante es la cueva de la cara este del Anboto, y es que el monte Anboto es, casi con toda seguridad, el monte numinoso más famoso de Euskal Herria. 

 

 

La Cueva de Mari se encuentra a 1.150 metros de altitud, justo bajo la cima, y tiene su entrada en la pared vertical de la cara este: Mariurrika Kobea o Mariren Kobia en sus nombres en euskera, cuenta con una gran entrada que es visible desde abajo y que se abre a un corredor que nos lleva a la propia entrada de la cueva oculta en la roca. 

Para llegar a la cueva hay que subir al collado de Agindi hasta una pared vertical en la que se ubica la cueva. Visitar la morada de la diosa nos exige un protocolo de comportamiento: debemos salir de la cueva de la misma manera en la que hemos entrado, no nos sentaremos mientras estemos en ella y no nos llevaremos nada que hayamos podido encontrar allí.

 

 Otras moradas de Mari

Mari cuenta, además, con otro sinfín de moradas en la mayoría de las cumbres de Euskal Herria: Txindoki, Murumendi, Gorbeia, etc. Cuenta la leyenda que Mari pasa siete años en cada una de sus moradas y que cuando se traslada de una a otra, cruza el cielo en un carro de fuego

 

 

En el caso de Anboto, cuando una nube característica rodea la cumbre, se dice que es porque Mari está allí. Hay quien llama a esa nube amillena, aunque también se le llama amillena al viento frío.

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